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5/30/2011

CAMELIA

Son en punto de las 6 y lo veo cruzar la calle con esa calma caracteristica, con su balanceado caminar, con su espalda completamente erguida, con esa asquerosa sonrisa y su olor europeo que me enferma tanto, mientras en mi reproductor suena “Nadie te quiere ver” única canción de Zurdok en mi lista de reproducción; dos pasos más son suficientes para quedar a diez centímetros de mí, me mira, sonríe, y con los audífonos aun dentro de mis oídos me besa.

Sin pensar, sin razonar, sin justificación, y en contra de toda mi naturaleza acabo de nuevo entre sus brazos, bebiendo de su calor, arañando su espalda, inhalando el perfume a motel barato de las sabanas bajo de mí.

Y de pronto el silencio ***
¡¡Oh!! Entupido silencio….

Igual que en otras ocasiones después del aberrante sexo lo veo dormir, tan cansado y sin vida, ¡tan repulsivamente apacible!... Me dejo caer a su lado y observo las lámparas a media luz del techo y deseo por un segundo poder dormir igual, con esa tranquilidad de quien no sabe nada, ¡con tanta inocencia!... hace incalculables noches que no duermo como el lo hace ahora, creo que casi he olvidado como hacerlo y debo admitir que me provoca algo de envidia verlo descansar así.

Sin soportarlo me levanto de la cama y no siente cuando lo hago (el muy insensible), cojo los audífonos y sintonizo “Radio Caos” con “Ritual”, miro por la ventana y por fin un decoroso paisaje surge ante mí; puedo sentir la luz de la luna irradiar y calentar mi cuerpo, la contemplo por unos momentos y me dejo lleva.

"No necesito quien crea en lo que soy
Ni nada que no sirva a mi alrededor
Ni miedos creo en lo que soy"

Estoy cansada y algo difusa, tal vez se deba a tanta luz, y quiero terminar ya…

De un tirón retiro las sabanas y lo monto, su flácido miembro cuelga entre mis piernas, sujeto sus manos con las mías y su boca y mi boca apenas si se tocan.

-Clásico- me digo a mi misma y él comienza despertar.
Sus ojos se clavan en los míos y no lo dejo articular palabra, mi lengua entra en su garganta y se enrosca con la suya, mis caderas se mecen y también las de él, comienza a adquirir rigidez y dejo que penetre, su espalda se encorva, su respiración se agita, los gemidos emergen y desaparecen, su piel se eriza, sus ojos se tornan blancos, quiere grita, se lo impido, quiere apartarme… es muy tarde.

Su cara se deforma, su tórax se contrae, sus manos y piernas se retuercen… sus órganos le son succionados por la pelvis....

Esta ves, no hay sangre.

Miro hacia el espejo, luego al reloj, la noche es más densa, ya es hora de que regrese a casa, me visto y de salida me detengo en el umbral de la puerta y miro hacia atrás.

(Nunca me he avergonzado de lo que hago)

-Ni el primero ni el último- le digo no a lo que queda del hombre sobre la cama, si no a su esperanza, cierro la puerta y lo abandono en el motel, mirando de nuevo atrás por primera vez.

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